Desde que tengo recuerdos, de alguna manera ya sabía que a esta vida se había venido a aprender, sí. Pero no me refiero al sistema educativo ni nada parecido.

Siempre he visto la vida misma como ese aprendizaje, como que cada paso que damos, cada decisión, cada emoción… la forma de percibir todo lo que nos rodea y a los demás, tenía un por qué. Que con el tiempo pasó a ser un para qué.

Mi manera de percibir la vida, me llevó a sentirme incomprendida. Y aunque en muchas ocasiones intentaba adaptarme a mi entorno, me sentía atrapada. Si era como todos, me sentía vacía. Pero si intentaba ser yo misma, me sentía incomprendida e incluso rechazada.

Siempre he estado en esa búsqueda de comprensión, de saber que hay algo más que un cuerpo físico, unas emociones, unos pensamientos…que en muchas ocasiones, ni tan siquiera nosotros mismos nos entendemos.

Hasta que hace años, después de pasar un bache con mi salud, donde todo en mi vida se frenó, sumando circunstancias externas de pérdidas de seres queridos… Dí un grito interno a la vida diciéndole que sabía que me estaba queriendo decir algo pero que no la entendía, que necesitaba a alguien humano que me guiase.

Y ahí fue donde sucedió la magia y mi renacer. Ahí fue donde comencé a dar nuevos pasos y a conocerme, o como a mi más me gusta decir a veces. re-conocerme. Porque por aquel entonces creía que me conocía lo suficiente, que me amaba…. ¡Qué lejos estaba de todo eso!

Te cuento todo esto de manera resumida, pero quería compartir contigo un pedacito de mi caminar por esta Tierra llamada Gaia. Porque si hoy veo la vida de una manera muy, pero muy diferente… Es  porque tomé una decisión en mi vida, y esa decisión se llama: